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Universidades Regionales del Estado de Chile: Desigualdad Territorial y Desarrollo en Investigación en el Contexto del Modelo Neoliberal
Ximena Sánchez Segura
Profesora Titular Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Sociología. Integrante Grupo Interdisciplinario de Investigación Avanzada (GIIA) Valparaíso. Universidad de Playa Ancha.
Antecedentes
En 1981, la dictadura cívico militar promulgó la Ley General de Universidades (Biblioteca Nacional de Chile, Memoria Chilena) que permitió crear 12 universidades estatales regionales de norte a sur del país, desprendidas y derivadas de las sedes regionales ya existentes de las Universidades de Chile y Técnica del Estado, desmantelando la estructura de las universidades estatales de la época. Estas nuevas casas de estudio tomaron en general el nombre de la región donde se ubicaban las sedes de las universidades ya señaladas. Con este cuerpo legal, no sólo se inició la privatización de la educación superior estableciendo legalmente la posibilidad de la creación de universidades privadas sin dependencia del Estado, permitiendo posteriormente modificar el financiamiento que tenía un fuerte aporte estatal. Se adopta un financiamiento mixto con aportes fiscales y privados, en la comprensión desde la perspectiva del modelo imperante, de que la educación era una responsabilidad de los y las estudiantes y sus familias. Dada la dificultad de financiar a las nuevas universidades regionales derivadas, el recurso estatal se orientó a la demanda con la implementación de becas y créditos, muchos muy onerosos, lo que permitió la consolidación del sistema (Basso, 2016). Recientemente en el año 2015, se crean e incorporan dos nuevas universidades regionales también estatales, la Universidad de O’Higgins y la Universidad de Aysén, ubicadas en el centro y sur del país respectivamente.
Actualmente existen en Chile 14 Universidades Estatales ubicadas en regiones, además de 4 Universidades también del Estado en la Región Metropolitana (RM), donde se ubica la capital del país: Universidad de Chile, Universidad de Santiago (ex Universidad Técnica del Estado), Universidad Tecnológica Metropolitana formada a partir del Instituto Politécnico de la Universidad de Chile y Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación escindida del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en el contexto de la ley ya señalada, lo que hace un total de 18 Universidades Estatales que se agrupan en el Consorcio de Universidades Estatales (CUECH), cuyo presidente es el rector de la Universidad de Chile.
Existe en el país además la Agrupación de Universidades Regionales de Chile (AUR), en la cual participan todas las universidades integrantes del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH), cuyas casas matrices no se encuentren en la Región Metropolitana. Se señala, además, que el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas integra a todas las universidades tradicionales del país, incorporando a partir del 19 de febrero de 2019, sólo a dos universidades privadas: la Universidad Alberto Hurtado y la Universidad Diego Portales creadas a partir de la ley de 1981.
Desigualdades, desarrollo de la investigación y proyección en el contexto del modelo de educación de mercado
En el discurso oficial sobre la educación superior en Chile se señalan avances referidos a la generación de mayor igualdad de oportunidades, valorando la existencia de sistemas de becas, créditos estatales y bancarios y otros dispositivos de apoyo económico y la existencia de más vacantes. Sin embargo, el aumento y crecimiento del sistema de la educación superior, que incluye a las denominadas universidades tradicionales no estatales existentes antes de la dictadura cívica militar y también a las universidades privadas creadas al amparo de la ley de 1981, ha reproducido la desigualdad proveniente desde la escuela básica y la educación secundaria, determinada por el origen familiar y las condiciones de estratificación de los establecimientos (Bourdieu y Passeron 1998; Castro-Paredes, 2012).
Esta desigualdad se proyecta y se expresa, entre otras variables, en los resultados de las pruebas de admisión universitarias, muy cuestionadas en los movimientos sociales estudiantiles de los últimos años, las cuales se han modificado para el ingreso 2021, pero manteniendo mecanismos de selección. Ello permite hablar de la existencia de una segmentación del sistema educativo en la formación universitaria, especialmente en las universidades estatales ubicadas en regiones (Martínez Gutiérrez y Farías Zamorano, 2018). Las desigualdades se expresan en abandono, prolongación de los estudios y dificultades futuras en la inserción laboral, debido a la existencia de normas explícitas de mercado que valoran más la formación entregada por universidades consideradas de mayor prestigio y posicionamiento en los rankings universitarios, cada vez más recurrentes (PNUD, 2017; Espinoza, 2017; Zúñiga, Redondo, López y Santa Cruz, 2016; OCDE, 2009; Arancibia, et al 2013).
Las universidades en general y, especialmente, las regionales, han debido adaptarse a los cambios y a las exigencias del mercado de la educación imperante, lo cual ha significado un desafío en la gestión de la educación universitaria para su competencia en escenarios globales y poder responder adecuadamente al desarrollo de sus contextos locales y específicos (Cifuentes, 2015). Dada la necesidad de avanzar en investigación y productividad, las universidades regionales realizan el esfuerzo de responder a las exigencias del modelo dominante en el sistema actual, el cual ha impuesto formas de gestión del trabajo académico utilizadas en el mundo empresarial, convenios de desempeño y evaluaciones considerando indicadores medibles con evidencias cuantitativas, definidos institucionalmente y respaldados por las agencias institucionales del Estado (Díaz y Careaga, 2010). Al respecto se señala que se “ha relevado la importancia de las universidades regionales y su impacto al contexto inmediato, sin embargo, esta función puede obstaculizarse por la centralización de la educación, por las demandas del sistema de educación nacional, por el apoyo limitado por parte del Estado para las universidades” (Ortiz, 2018, p.151).
Con respecto al financiamiento que forma parte de fondos que las universidades disponen para la investigación propia e interna, que es independiente de los recursos adjudicados en los concursos externos provenientes fundamentalmente a partir de las convocatorias anuales y de diferentes modalidades del Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología (FONDECYT) de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT), es importante señalar que deriva fundamentalmente del aporte fiscal directo (AFD), que es un subsidio del cual las universidades pueden disponer libremente, pero cuyo monto está sujeto a criterios históricos, con un incremento de hasta un 5% que depende de indicadores que la universidad anualmente presenta, relacionados con la matrícula de pregrado, la titulación oportuna, la masa crítica expresada en el número de académicos y académicas con postgrado, unido a la productividad traducida en proyectos especialmente externos adjudicados y publicaciones indexadas WoS y Scopus principalmente.
En el caso de las universidades regionales y en relación a lo expuesto, la desigualdad es clara: el origen social de los estudiantes genera deserción y aumento de los años de la titulación e independiente del esfuerzo y compromiso de la comunidad académica, el acceso a los fondos de investigación es diferencial. Sobre un 50% es adjudicado a universidades de la región metropolitana y el acceso a becas concursables se distribuye en base a parámetros centralizadores. Chile es un país altamente centralizado, lo que repercute en las universidades, fondos, becas y concursos y aún no se observan cambios sustantivos en su conformación política y económica (von Baer, 2009).
Existe además clara segmentación con respecto a recursos para la investigación en las universidades regionales, la cual no muestra signos de mejorar (Améstica Rivas, Gaete Feres, y Llinas-Audet, 2014). En los resultados de la adjudicación de proyectos se observan en general en la mayoría de los concursos, desigualdades territoriales. Se señala que Chile es uno de los países que menos invierte en Investigación y Desarrollo con sólo un 0,36% del PIB (OCDE 2009), por lo cual los recursos son menores y escasos.
El proceso de centralización de la educación superior en el país, ha permitido además otros aspectos negativos para el desarrollo de la sociedad, entre ellos, la concentración de los recursos adjudicados para la investigación científica en universidades de la Región Metropolitana que en 2019 fue de un 58,5%. El porcentaje restante (41.5%) corresponde a todos los proyectos adjudicados en las universidades pertenecientes a regiones. También existe desigualdad de género con respecto a las investigaciones adjudicadas a mujeres a nivel nacional (24.9% del total).
Se señala que en la época actual y especialmente hoy, las restricciones de los presupuestos universitarios presentan dificultades para el desarrollo de la investigación. En el país, existen serios problemas con demandas desde las universidades debido a la carencia de una política de Estado para la educación superior pública, que permita superar las adversidades, ¿o perversidades?, del modelo económico imperante, que no posibilita la distribución de los beneficios del crecimiento, en especial para los sectores más vulnerables. Chile tiene el sistema de educación superior más caro de los países de la OCDE y uno de los más onerosos del mundo.
La ausencia de una política robusta para la educación superior pública, afecta como se ha discutido el sistema de financiamiento para la investigación y específicamente en el caso de las universidades regionales del Estado, con menor infraestructura, masa crítica en formación y con niveles más bajos de retención de sus estudiantes debido a las condiciones de su origen, lo que dificulta ampliar los presupuestos históricos.
Actualmente los recursos universitarios ya están afectados debido a la disminución de las matrículas a raíz de la pandemia presente en el mundo desde enero de 2020, que se ha expresado con fuerza en América Latina y, especialmente, en Chile. Ésta es una situación cuyas proyecciones y resultados aún no se conocen totalmente, pero que perjudicará más a universidades que reciben estudiantes provenientes de los quintiles más bajos de la distribución del ingreso. La disminución de las matrículas 2020 en el pregrado en algunas universidades regionales ha sido superior al 35%, observándose también disminución en la inscripción de los postgrados.
En el caso de Chile, la situación de la pandemia actual, ha permitido visualizar con fundamentos cuantitativos, que un importante porcentaje de la población no tiene o tiene escaso acceso a servicios gubernamentales básicos y que los servicios de salud y educación no responden adecuadamente a las necesidades de la población. Esta realidad y muchas otras variables, como la informalidad del empleo, la carencia existente en materia de vivienda, el envejecimiento de la población y su vulnerabilidad, la reciente pauperización en aumento de sectores de la clase media, la emergencia de los denominados “nuevos pobres” (Tedesco, 2000), producto de los procesos globalizadores, la dificultad y distancia de las políticas sociales para corregir el impacto negativo del modelo en nuestras mal llamadas “economías emergentes”, plantean profundos desafíos a los investigadores e investigadoras, en especial de nuestra disciplina.
REFERENCIAS
Améstica Rivas, L.; Gaete Feres, H. & Llinas-Audet, X. (2014). Segmentación y clasificación de las universidades en Chile: desventajas de inicio y efectos de las políticas públicas de financiamiento. Ingeniare. Revista chilena de ingeniería, 22(3), 384-397. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-33052014000300009
Arancibia, S., Rodríguez, G., Fritiz, R.,Tenorio, N., & Poblete, H. (2013). Representaciones sociales en torno a equidad, acceso y adaptación en educación universitaria. Psicoperspectivas Individuo y sociedad, 12(1), 116-138.
Basso, P. (2016). Educación Superior en Chile: el fracaso del modelo neoliberal. Revista Límite, 11(37), 21-48.
Biblioteca Nacional de Chile. Memoria Chilena. Disponible en http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-92001.html
Bourdieu, P; Passeron, J.C. (1998). La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. Fontamara.
Castro-Paredes, M. M. (2012). Política, Educación y Territorio en Chile (1950-2010). De las acciones colectivas a las acciones del mercado. Educ. Educ. 15 (1), 97-114.
Cifuentes, R. (2015). Descentralización Político Administrativa y su Impacto en las Universidades Regionales Ricardo Cifuentes Lillo Subsecretario de Desarrollo Regional y Administrativo. Revista Estudios Sociales Sobre Universidades Regionales, 123.
Díaz, E; & Careaga, R. (2010). Buenas prácticas del aseguramiento de la calidad de la Educación Superior en Chile. Comisión Nacional de Educación – CNA.
Espinoza, V. (2010). Redes de poder y sociabilidad en la élite política chilena: Los parlamentarios 1990-2005. Polis (Santiago), 9(26), 251-286. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-65682010000200013
Martínez Gutiérrez, E. & Farías Zamorano, R. (2018). Formas de inclusión-exclusión en el sistema educativo chileno: el movimiento estudiantil secundario 2006-2011. Revista Brasileira de Educação, 23. https://dx.doi.org/10.1590/s1413-24782018230077
Ortiz Velosa, E. (2018). Universidades regionales en Chile; tensiones entre lo global y lo local. Revista de Estudios y Experiencias en Educación, 17 (34),149 – 156
Panorama de la Educación 2009. OCDE. http://www.oecd.org/centrodemexico/medios/panoramadelaeducacion2009.htm
PNUD (2017). Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile. Santiago de Chile, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Tedesco, J.C. (2000). Educar en la Sociedad del Conocimiento. Fondo de Cultura Económica.
von Baer,H. (2009) (Ed.). Pensando Chile desde sus Regiones. Ediciones Universidad de la Frontera.
Zúñiga, C.; Redondo, J.; López, M. Santa Cruz, G. E. (2016) (Ed.). Equidad en la Educación Superior: Desafíos y Proyecciones en la Experiencia Comparada. Ediciones El Desconcierto.cl