La universidad hoy: un viaje a la incoherencia

Manuel Gil Antón

Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México

En recuerdo, vivo, a nuestro colega
Pedro Krotsch, maestro.

¡Un colega, mi reino por un colega!1

Desde donde escribo

De una buena vez, pues “el que avisa no engaña”, la conjetura que guía a este texto es que desde mediados de los años ochenta del siglo XX, hasta el sol de hoy -ya por terminar la segunda década del XXI- se han producido cambios de gran calado en las universidades latinoamericanas que generaron una paradoja: nunca antes habían tenido nuestras casas de estudio tanta calidad (en el sentido de cuantiosos rasgos que hacen visible a este adjetivo, elusivo como pocos), al mismo tiempo que, también, y por esa misma razón y los vericuetos que implicó transitar para lograrlo, nunca antes nuestras instituciones de educación superior han sido tan frágiles. Henchidas de signos inequívocos que las deberían hacer potentes, sí, mas vacías de vida colegiada: ajadas cual piel de anciano, (en)cubiertas con el maquillaje quebradizo de los indicadores en boga.

Luego de 33 años -a partir, digamos, de 1985- el esfuerzo tenaz por alcanzar los indicios propios de una noción de calidad (que la supone existente y sólida si se aglomeran muchos individuos que los ostentan), permite llenar los formatos de evaluación, nacionales e internacionales, de tal manera que las universidades “son mejores” que antaño. Y mucho: ya se parecen, o van por ancho camino real para asemejarse a las que sirvieron de modelo. Los pasos son firmes y, desde hace un poco más de seis lustros, invariantes. La tenacidad en el empeño ha sido ejemplar, digna, dirán algunos, de mejor causa.

Cumplimentar los cuestionarios con éxito hace que, en el papel -que aguanta todo- las “comunidades” académicas tengan las características pertinentes de acuerdo con un modelo que se muerde la cola, que retorna sobre sí complacido frente al espejo de su profecía autocumplida. Los gerentes que han guiado el proceso presumen, ufanos, las metas alcanzadas. Narcisos de la administración de los guarismos. No saben que no saben. Que ignoran lo que advirtió hace años Birnbaum (2000):

“Si no podemos medir lo que es valioso, en educación superior,

acabaremos por valorar, nada más, lo que es medible”.

¿O saben bien lo que hicieron, guiados por convicciones ajenas a quienes piensan diferente, pero afines a los que adhieren a un proyecto mayor que, al deshilvanar la trama del tejido, por deshilacharlo, genera condiciones de control excepcionales sobre cada uno de los hilos? Quién sabe: los efectos, sin embargo, son los mismos.  

Con nosotros, el eco incesante

Escuchemos su voz: la cantidad de académicos con doctorado, o algún posgrado; el número de proyectos de investigación y publicaciones; la magnitud de programas de estudio, de pregrado o superiores, certificados por agencias que saben medir la calidad; la multitud de revistas creadas en estas décadas, con alto factor de impacto merced a las citas que pueden recibir, y otros aspectos, no dejan duda: dejamos atrás, ya, a la universidad que simulaba serlo, para llegar a la que sí es como debe ser. Y mire, no miento ni invento, tengo datos duros: los datos, ya endurecidos, son, de nuevo: doctores, proyectos, publicaciones, planes y programas de estudio certificados y miles de volúmenes dados a luz. La prueba de la solidez de las universidades actuales es la concreción -con creces- de las medidas que impulsaron, impusieron y financiaron. Sería imposible encontrar, como resultado, otra cosa: la victoria, decía José Vasconcelos, no es argumento. Y en este caso, probar lo realizado con el efecto de la acción dirigida a lograrlo, es tautológico. 

Estos rasgos son, bien visto, la cristalización de la idea de calidad por aglomeración de individuos con rasgos positivos, que se complace consigo misma. Los guardianes de la calidad no caben en sí de gusto.

La rueda del infortunio

Vaya un ejemplo del círculo vicioso que los señores de traje gris de las instituciones consideran virtuoso: en México2 -podemos empezar el relato por cualquiera de sus partes, dado que es un periférico perfecto que circunda un agujero- para que, al nivel de los individuos:

1. un programa de posgrado sea considerado bueno, y sea inscrito en el Padrón Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC), 

2. requiere que sus docentes tengan posgrado (lo que sería esperable, sin duda) pero, además, 

3. que pertenezcan al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y,

4. en proporción considerable, estén (o sean) de los que ocupan niveles altos3 de este mecanismo de Transferencias Monetarias Condicionadas (TMC) que se ha consolidado como un sistema de estratificación con base en la magnitud de los recursos que se perciben. 

5. Una de las condiciones para estar -o ser4– SNI consiste en graduar, en un plazo no mayor al establecido por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), a varios doctores, 

6. cuestión que se engarza con el indicador de “eficiencia terminal” -graduación en tiempos esperados- so pena de perder, el sujeto, el nombramiento en el SNI, 

7. y por las dos razones (producción a tiempo y el sello de la categoría en el SNI), el nivel de calidad del posgrado del que se trate, 

8. pues sin suficientes Snis se puede descender del nivel de posgrado de Calidad Internacional, al de Calidad Nacional o más abajo en otra pirámide.

9. Sin ser de calidad suficiente, los estudiantes que se inscriben no tienen becas que les permiten sobrevivir mientras estudian, de tal manera que:

  • a. esos posgrados no tendrían aspirantes dada la ley de la necesidad de alimentarse y pagar un alquiler (o ayudar al gasto de la casa familiar) y, por lo tanto,
  • b. los profesores gradúan a tiempo a los estudiantes -sea cual sea la relevancia de las tesis y publicaciones asociadas- con el fin de:
    • I. colaborar –solidarios- con su Posgrado, 
    • II. hacer méritos en sus currículos para renovar la distinción de ser SNI, y el dinero mensual hasta ahora sin carga fiscal, libre de polvo y paja.
    • III. Es conveniente aumentar las publicaciones con el trabajo de sus estudiantes, los cuales, a su vez, 
    • IV. ya con el doctorado, pueden aspirar a ser académicos en el extraño caso que se abra una plaza, que contendrá, entre sus requisitos, 
    • V. obra suficiente para ser -máximo en un año- integrante del SNI.

En otro nivel de observación, en la escala institucional, pero ligado al previo, 

10. una universidad conforma su calidad, entre otras cosas, mediante la cantidad de Posgrados de Calidad que contenga, de tal suerte que 

11. el financiamiento que recibe depende de la cadena: 

  • a. docentes en el Sistema, 
  • b. alumnos graduados a tiempo, 
  • c. evaluaciones cuantitativas al respecto y, por ello, 
  • d. si una profesora o un maestro tienen riesgo de no poder renovar su membresía en el club de los excelsos,
    • I. puede pedir a su Rector(a) o presidente(a) que le conceda un año sin docencia para poder producir la cantidad de “papers” (favor de no decir artículos y pronunciar bien: “peipers en yurnals”) y doctorar a varios alumnos.  

12. Más vales por el nivel en el Sistema que consigues, que por la docencia que impartes: eres más valorado por los indicadores que aportas, que por la solvencia con la que llevas a cabo tus actividades.

13. Ahora bien: si las instituciones logran tener los rasgos de calidad verificables,

  • a. reciben dinero adicional al que se les otorga como irreductible, y que sólo alcanza para pagar sueldos y los gastos elementales. 
  • b. Esos recursos extra, pequeños en proporción con el total del subsidio, pero libres de ataduras como los gastos ineludibles, son oxígeno para impulsar… ¿impulsar qué?
  • c. Pues que se cumplan los indicadores necesarios para reiniciar el eterno retorno de siempre es lo mismo.

14. Como cada universidad realiza algo parecido a un Programa Institucional de Fortalecimiento Institucional (PIFI), 

  • a. que consiste en comprometerse a lograr que sus indicadores de calidad aumenten, 
  • b. de manera incesante tenemos Programas que solicitan recursos para doctorar docentes si no lo han hecho, 
  • c. tener dinero para publicar papers y, con ello, 
  • d. estar preparadas para la revisión periódica de los mismos aspectos que los gerentes del sistema impulsan. 

15. Y se requieren recursos para investigar, que no provienen de la institución en que se labora, sino… del CONACYT: ¿su proyecto de investigación requiere financiamiento? Ponga atención:

  • a. asegúrese que está en una institución de calidad manifiesta y contable,
  • b. vaya al CONACYT y pida los recursos que hacen falta.
  • c. En los formularios para apoyarle en su indagación -antes de hacerla-señale: 
    • I. cuántas publicaciones se derivarán del mismo,
    • II. a cuántos congresos se asistirá, 
    • III. qué tipo de ponencia llevará, de preferencia indicando el título,
    • IV. la cantidad de doctores que producirá mientras lo lleva a cabo, y
    • V. cuáles son las conclusiones de la indagación. 

16. Cuidado: no vale decir que, si se pide apoyo para investigar, no es posible anticipar lo que se ignora (por ello quiero recursos para investigar).

17. No sea necio: por favor, escriba lo que se le pide en todas sus partes, 

  • a. y un grupo de pares (involucrados en el mismo sistema) valorará si su investigación merece contar con fondos, y cuántos.
  • b. Si la evaluación para ser SNI es cada tres o cinco años, ponga atención:
    • I. no haga proyectos con riesgo: mejor investigue nimiedades pero que sean publicables, de preferencia fragmentando los hallazgos en distintos textos. 
    • II. ¿Una indagación que requiere estudios longitudinales que llevan más tiempo que el que está establecido para renovar la distinción? Cambie de tema, y pronto.
    • III. Y, nada más por no dejar de mencionarlo, no publique para que lo lean esos hipotéticos lectores con los que antes se soñaba. 
    • IV. No, hágalo en el Padrón de Revistas de Calidad que hemos confeccionado, pues si no lo hace, 
    • V. el artículo no será valorado por lo que dice o aporta: el nivel nacional o internacional de la revista (su factor de impacto) es la clave para su ponderación,
    • VI. y puede perder su nivel en la escala de los distinguidos. 
    • VII. No se inquiete: las bodegas de las instituciones aún tienen espacio para resguardar revistas y libros que se produjeron para que fueran “contadas” por las Comisiones Evaluadoras del PNPC o del SNI. 
    • VIII. Reiteramos: escriba pensando en Las Comisiones, es decir, para los cinco o siete “pares” o “nones” de los que depende que usted sea parte de:

18. un posgrado de calidad, 

19. que dará recursos a su universidad,

20. y a usted también para que pague la hipoteca.

Y a darle de nuevo al carrusel: no se descuide pues no se detiene.

Se puede advertir, en el relato de este encadenamiento, que cada persona establece una relación laboral con las instancias que distribuyen certificados de calidad para poder permanecer y pertenecer a una entidad que emite indicadores. Uno de esos indicadores es uno mismo. Y así, individuos yuxtapuestos, repletos de distinciones y abultados currículos, conforman, apilados, a las instituciones de educación superior de “calidad” comprobable. 

Es como si se alabara la fortaleza de una pared, mirando la solidez de cada uno de los ladrillos que están amontonados en una esquina: sin formar una hilera, sin argamasa que los una, sin varillas que den sustento a las columnas.

El Génesis desde el Éxodo

Cuando se estudia el Pentateuco, esos cinco libros atribuidos a Moisés en las tradiciones judeocristianas, los que saben afirman que el libro del Génesis, de los orígenes del mundo y la humanidad, primero en el orden de publicación, no lo fue en el orden de su concepción y escritura. Fue escrito en el desierto, en pleno Éxodo, y desde la ingente pregunta sobre un lugar en el pasado que no debió ser tan rudo, y las razones que hicieron que se perdiese. 

A partir de la carencia, la pesadumbre por una tierra prometida que se alejaba como el horizonte, alimentados por una especie de insípido pan –Maná- que caía del cielo para no desfallecer, sin mirar los mojones de la tierra nueva sino más arena y más arena, además del peso en la espalda de los Mandamientos ya declarados, los escribanos -a partir de esa precariedad- imaginaron y redactaron cómo era antes, un antes previo a la estancia en Egipto, una anterioridad anterior a todos los pretéritos: y surge el Jardín del Edén, un Dios pródigo que brinda a los humanos árboles frutales, ríos, pastos donde retozar, animales a su merced incluso para ponerles nombre y ser Los Señores. Y, por algún pecado muy fuerte, fuimos expulsados de ese paraíso: esa inveterada costumbre humana que, en la vida, la ciencia y la relación que sea pretende negar nuestra condición falible para “ser como dioses”.

El Génesis, entendido como contraste del Éxodo, siempre es un buen “detente” ante las balas de la mitificación del pasado: en este caso, como se ha descrito la universidad de nuestros tiempos, no basta y hay que estar precavidos con idealizar el pasado, antes de la venida de los gerentes educativos y su afán por la calidad medida, la “mejora constante”, la excelencia y sucedáneos. En este caso, es imprescindible recordar a Les Luthiers que, sabios, modificaron el refrán: “todo tiempo pasado fue mejor”, por otro irrefutable: “todo tiempo pasado… fue anterior”. 

Lo que antecede a las universidades en este período, al menos en el país “donde quedó enterrado el ombligo”5 de quien esto escribe, es un decenio en que el poder adquisitivo se derrumbó junto con la posibilidad de ejercer autoridad legítima en las instituciones, de tal manera que se ganaba cada vez menos, y daba lo mismo trabajar que “hacer de cuenta”. 

La edad de oro

Los viejos de la tribu, ahora y antes de partir, nos hablan de, y reseñaron a, una universidad en que los colegas eran el mejor de los patrimonios, en que se estudiaba e investigaba porque había pasión por ello, donde la docencia era la reina y el compromiso con los alumnos el principal motivo de estar ahí. Comprometida con el país, con las mejores causas, sitio de resistencia al autoritarismo, afanosa institución que peleó por la autonomía y puso muertos en el empeño social por otro modo de conducir a los países. 

Con una estructura salarial que daba suficiente para vivir bien, con modestia, pero sin privaciones, y en que no había prisa por hacer las cosas a la trompa talega. Llena de seminarios para estudiar juntos, con individuos prontos a salir a la calle a marchar unidos porque eran parte de la universidad y de los sindicatos, muchos de los cuales tenían un proyecto de universidad más, o además, que una propuesta de defensa gremial, y su identidad hacía equivalente ser universitario con ser progresista.

¿Eran las cosas así, o es la reconstrucción de un pasado idílico desde la precariedad y los entuertos actuales? Sin duda habrá matices: ni todo era así, ni faltaban espacios en que estas modalidades de relación realmente regulaban la vida en la academia. En este, como en otros temas, hace falta mucha investigación histórica bien documentada. 

Ni el cielo, ni el infierno: pero sí otro modo de regular las cosas de índole colectivo, con menos indicadores de calidad como los actuales, y más empeño en trabajar cuando se decidía hacerlo. 

El demiurgo entre las costillas

Más allá de los límites del dinero (Gil-Antón, 2000), hemos entrado en el terreno ilimitado del prestigio como valor mayor a las monedas. Estamos pasando de las Trasferencias Monetarias Condicionadas, a las Transferencias de Nobiliarias Condicionadas (TNC), que, igual que las monedas, por cada nivel otorgan distinto quantum de distinción.

Y si de eso se trata, estamos en otra etapa en el desarrollo de las instituciones de educación superior. Valga otro caso como muestra:

Un académico, con 34 años de trabajo en las alforjas, había conseguido pertenecer al nivel más alto del Sistema Nacional de Investigadores previo al Nirvana (ser Emérito). Estaba -o era- nivel III. Hace 5 años, al presentar sus trabajos para que fuesen evaluados, consideró que permanecería en ese nivel, dada la “productividad” que había mantenido. Las constancias de todo, separatas de todo, certificados de todo fueron entregadas en tiempo y forma: cinco años en que constaba la actividad académica de este colega. Sus papeles y constancias los entregó en marzo. El resultado de las evaluaciones se publicaría en septiembre.

Cuando se acerca ese mes, el sector de las académicas y los académicos que presentaron sus papeles espera con ansia saber lo que ha pasado. ¿Permanecí en el nivel que tenía? ¿Subí al escalón siguiente? ¿Me bajaron de categoría y por ende de centavos? ¿Me sacaron del sistema? A veces de manera conjunta, o en la intimidad del despacho de cada uno, se abre la página del CONACYT para saber si ya se publicó lo que ha sucedido.

Una mañana, el académico al que refiero, encontró en su expediente electrónico el dictamen que lo colocaba en el nivel II, esto es, descendía, pues sus pares habían encontrado insuficientes sus productos y actividades en el quinquenio. No solo se enteró él, sino “todo mundo”, esto es, los colegas del área donde se trabaja, ya sea por preguntar o al ver las listas de los amigos, enemigos o adversarios.

En el comedor, al medio día, al llegar a la mesa de costumbre, ya sabían sus contertulios el resultado y sus caras y voces fueron de solidaridad, de apoyo y, sobre todo, interesadas en saber cómo estaba el profesor luego de saber el resultado.

¿Cómo te sientes? Con aplomo, hasta sonriendo, dijo que estaba bien. Que a él lo que le importaba era el avance del conocimiento, hacer su trabajo por convicción y no con miras a permanecer en el SNI. Ya había algo en su voz, si no quebrada, un tanto enfática y sin acusar recibo del descalabro económico. Pasar de recibir, al mes, cerca de 3 mil dólares, a quizá un poquito más de la mitad no es cosa menor.

Al día siguiente, luego de estacionar el auto, se dirigió a la cafetería para pedir su exprés doble, que siempre lo acompañaba a su despacho en el quinto piso. Saludó a varios colegas en el camino. 

Cuando un amigo cercano escuchó que abría la puerta, se acercó y, desde el quicio, le dijo: ¿cómo estás?, ¿cómo vas con la noticia? Pasa y siéntate. No estoy mal, sigo tranquilo, lo que no me gusta es que, cuando voy por el pasillo o el patio, veo que la gente me mira, y algunos piensan: “pobre, no es justo”; otros me ven con cara de “qué bueno, para que se le quite lo presumido” y no falta quien me ve con piedad o compasión, no acierto a distinguirlo. Eso sí me molesta, o me saca de onda. Lo de la evaluación para nada, no me afecta. Eso lo tengo claro.

Siempre es bueno tener un amigo sabio y que comprenda que la amistad es ser muy franco. Luego de escuchar su aflicción por la manera en que era visto, simplemente le dijo: ¿sabes qué? No son ellos, ni sus ojos: son tus ojos los que te miran así. Eres tú proyectado en ellos. Es tu mirada. No te confundas: te ves en un espejo y crees que son los otros los que piensan así. Le dio un abrazo y se fue a trabajar.

El académico se quedó a solas. Era cierto, se sentía degradado, como cuando a un militar le quitan las insignias o a un cura le raspan las manos para excomulgarlo. Es más, si de una imagen estaba seguro, es que caminaba con una camisa en la que había un signo que indicaba que había sido “reprobado” en el SNI.

El profesor del que relato esta historia es un viejo conocido mío. Al menos, toda mi vida hemos convivido de cerca: soy yo. Eso me pasó a mí -al que esto escribe- y tuve la fortuna de tener un amigo leal que me hizo ver que yo ponía, en los ojos de otros, el reproche de mi mirada sobre mí.

Foucault, a juicio de sus estudiosos, consideraba que cuando fuésemos el patrón de cada uno, habría libertad. No habría nadie a quién obedecer. Pero no es así: Byung-Chul Han reflexiona y muestra que, en “la sociedad del cansancio”, cuando nos convertimos en nuestros propios jefes, lo que en realidad sucede es que nos hemos tragado al Amo y, desde el interior, es más despiadado con nosotros mismos, Esclavos nuestros a la vez, que el antiguo Mandamás. 

El “sujeto de obediencia” tenía a la vista, a la posibilidad de la mirada, allá afuera, al Amo con el que se relacionaba como Esclavo. El tránsito al “sujeto de rendimiento” es, quizá, es el logro central del neoliberalismo, usando la palabra como un sustantivo (como el nombre de un proyecto político de control social) y no como un adjetivo hueco, muy manido y poco útil.

“El sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo. De esta manera, no está sometido a nadie, mejor dicho, solo a sí mismo. En este sentido, se diferencia del sujeto de obediencia. La supresión de un dominio externo no conduce hacia la libertad; más bien hace que la libertad y coacción coincidan. Así, el sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar el rendimiento. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en auto explotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por los otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse. Esta autorreferencialidad genera una libertad paradójica, que, a causa de las estructuras de obligación inmanentes a ella, se convierte en violencia”.

Byung-Chul Han, 2012

¿Cuál es el mejor sistema de control de las poblaciones? ¿Cómo asegurar un comportamiento esperado por quien, asimétricamente, impone su modo de ver y hacer las cosas? El procedimiento es: pasando de un mecanismo de control exterior, del panóptico donde un Gran Escrutador nunca pestañea y siempre nos está viendo, a una estrategia interior: el dictador está dentro de mi concepción de las cosas y es –soy- mucho más despiadado que el Gerente externo. No solo me tragué las normas, sino a quien sojuzga o somete al que las incumple y, sin parar mientes en su crueldad, acusa, acosa y denigra. Soy yo la víctima y el victimario. El más despiadado juez de mi trabajo. Y, lo “peor” del caso, es que el ingreso al SNI es voluntario6. ¿Voluntario? Doy fe de la severidad del juicio, y el reproche, que enderecé contra mí, con toda libertad.

Si una tarea de la sociología consiste en “desnaturalizar” lo considerado “natural”, dado que todo lo social es artificial, producto de relaciones de dominación que se consideran válidas y legítimas pese a su asimetría, habrá que trabajar con más ahínco para desanudar una naturalización que ya no ofrece otredad en el castigo. ¿O sí?

El sendero del mérito

Este relato, los anteriores y otros posibles, son ubicables en el contexto del predominio de la meritocracia como eje de las trayectorias de los individuos: a solas, contra o con las reglas. No hay colegas: a veces, para conseguir cumplir con los mandatos que una vez fueron exteriores, se buscan cómplices de una simulación compartida: firmo lo que escribes, y firmas lo que yo redacto. 

La meritocracia tiene buena prensa y goza de cabal salud. Y su legitimidad atraviesa amplias dimensiones de la vida social. En el terreno de la profesión académica y su reproducción en los estudios de grado y posgrado, tiene carta de ciudadanía y sus mecanismos son moneda de curso legal.

Individuos agrupados sin relaciones entre sí para generar vida colegiada, con sobrepeso, u obesidad, por la carga de indicadores, sometidos por ellos mismos al control del prestigio que uno ha aceptado como válido pese a que, en otro nivel de análisis se le pueda criticar, vamos construyendo una institución en La Sociedad del Cansancio: la Universidad del Agotamiento, la supresión de los encuentros entre indagadores, el cese del estudio para el crecimiento del escrito que se pueda colocar en una revista que otorgue nuevos indicadores. Se ha naturalizado y cuenta con legitimidad: se la otorgamos nosotros.

Así vamos. Al menos en México -y quizá, con sus variaciones, pase en otros de nuestros países- estas son las condiciones de contorno para el desarrollo de la vida académica de quienes cuentan con contratos de Tiempo Completo, posgrados y condiciones para acercarse al cumplimiento de lo establecido como natural. 

Para la mayoría, personal de tiempo parcial, por asignatura, contratados por horas clase, o que trabajan sin cobrar en espera de una oportunidad, no hay nada más que un salario magro y ningún reconocimiento. No todos, pero para muchas de ellas y una parte considerable de ellos, el horizonte de la felicidad o del éxito sería ser uno de los engranes de este sistema que no solo se muerde la cola, sino que muerde a todos los que participan en la cadena.

Y quizá lo que cierra y con un candado inmenso el circuito: los estudiantes que llegan a los posgrados donde trabajamos, son habilitados para ser parte de este entuerto estructural: les damos, junto a los cursos, la habilitación para reproducirse en el sitio donde estamos, esto es, les hacemos pasar por natural lo que es artificial, y a los más avanzados, les damos las mejores oportunidades para hundirse en el fango donde se incrustan los cimientos de un sistema meritocrático que confunde mérito con logro (esfuerzo con alcance), y que todo premia, menos perder el tiempo: 

estudiar, 

pensar, 

conversar, 

guardar silencio, 

equivocarse, 

tomar las cosas con calma para poderlas entender… 

Todo esto consume un tiempo que no hay que tirar: el tiempo es oro. 

Nuestro próximo peiper, con los requisitos revisados para que valgan ante nuestros pares o nones que juzgan lo que hacemos, no puede esperar la maduración de un proceso intelectual de hondura: todo urge, todo es de prisa en la Universidad del académico atado al rendimiento. Se rinde al proceder, le rinde cuando cunden los recursos y el reconocimiento, se rinde, en el caso de no ser reconocido, a la más ultrajante manera de estar rendido: aplastado por sí mismo, creyendo que es otro el que lo hace.

¿Hasta cuándo? ¿Cómo? No sé: quizá se pueda terminar como al inicio: mi reino por uno, dos, más colegas. A solas no hay remedio.


Notas

1 A diferencia de Ricardo III, que viéndose derrotado, pedía un caballo para huir y salvarse, con la venia de Shakespeare empleo una frase semejante, pero en sentido inverso: la petición de un colega en el epígrafe es para regresar, y seguir peleando, por la universidad que perdimos, imaginaria o realmente, ya sea en la dimensión de la utopía, o en el retorno y rescate de una tradición derrotada.

2 Solicito licencia a los lectores para reseñar, con detalle, lo que sucede en el país en el que vivo. La expectativa es que, cambiando ciertos nombres o la lógica de antecedente y consecuente de algún mecanismo, sea traducible a otras naciones en nuestra región, y quizá más allá.

3 Hay Candidatos a Investigador Nacional, y luego: Investigador Nacional nivel I, II, III y Emérito, con emolumentos crecientes, libres de impuestos, conforme se asciende en la escala.

4 La maravilla de distinguir, en castellano, a ser y estar, permite apreciar una mutación en el empleo de este sistema de recuperación, no salarial, de la capacidad de compra de los ingresos, desmoronada a mediados de los ochenta del siglo XX: al iniciar el empleo del dinero como guía de las trayectorias académicas, se estaba en el SNI. La forma de expresarlo era que Sutano de Cual pertenecía a este sistema. Con el tiempo, en una presentación pública, se dice: el doctor Fulano de Tal es SNI-III. En las mitocondrias del sujeto se ha incrustado esa característica y, en la percepción individual, ocurre algo semejante: soy SNI-III. Y lo soy en la misma dimensión que está mi nombre: en la identidad que nos distingue y ubica socialmente.

5 Esta expresión es traducción literal de la pregunta que, en Tzeltal (una lengua mayense aún hablada en Chiapas) suena así: ¿Banti yax laj te a´muxuc?, y equivale a, ¿dónde naciste? ¿De dónde eres?

6 Cala escribirlo: en buena medida, mi adscripción al SNI procede de trabajos que he llevado a cabo, en los que, analíticamente, se critica este sistema de Transferencias Monetarias Condicionadas dentro de la reconstrucción sociológica de las condiciones para el desarrollo de la profesión académica en México. Este texto es prueba de ello, incluso cuando se propone analizar la mutación a las Transferencias Nobiliarias Condicionadas. El sistema es complejo: premia con su reconocimiento a quien lo pone en cuestión, y cuando hay un “fracaso”, aún un crítico del sistema – por no escapar a la lógica del sujeto de rendimiento – termina rindiendo pleitesía a lo que cuestiona, y se rinde, rendido, reprendido, por su propia mirada.

Bibliografía

BIRNBAUM, Robert (2000). Management fads in higher education: where they come from, what they do, why they fail, San Francisco, Jossey-Bass.

BYUNG-CHUL, Han. (2012) “La sociedad del cansancio”, Pensamiento Herder, Barcelona.

Puede leerse en esta liga, siempre y cuando no se lleve a cabo un proceso de lucro o mal uso del texto:

BYUNG-CHUL, Han. (2012) “La sociedad del cansancio”, Pensamiento Herder, Barcelona. Recuperado el 1 de septiembre de 2019 de http://otrasvoceseneducacion.org/wp-content/uploads/2018/04/sociedad-del-cansancio.pdf

GIL-ANTÓN, Manuel. (2010) “El Oficio Académico: Los Límites del Dinero”, en Alberto Arnaut y Silvia Giorguli, (Coordinadores), Los Grandes Problemas de México Volumen VII: Educación, Ed. El Colegio de México, Ciudad de México. Disponible en: https://2010.colmex.mx/16tomos/VII.pdf