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Developmental universities in inclusive innovation systems: alternatives for knowledge democratization in the global south, de Rodrigo Arocena, Bo Göransson, Judith Sutz, Palgrave Macmillan 2018, 284 pp

Carolina Cabrera

Profesora adjunta, Unidad Académica del Prorrectorado de Enseñanza, Universidad de la República. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores de Uruguay. Licenciada en Biología y Magíster en Enseñanza Universitaria de la Universidad de la República. Estudiante del Doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. 

Este texto nace del trabajo en autoría conjunta entre investigadores de la Universidad de la República del Uruguay y de la Universidad de Lund de Suecia, que cuentan con amplia trayectoria académica y de gestión universitaria en los campos Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) y Educación Superior (ES). Es un trabajo editado en Suiza en 2018 que constituye un aporte inusual, donde se proponen conceptos y marcos de análisis con centro en los países periféricos. Se integran aspectos económicos, sociales, de desarrollo científico-tecnológico y de ES para analizar, en una primera parte, el vínculo entre desarrollo y producción de conocimiento y, en otra, las contribuciones de las universidades al desarrollo. Si bien se trata de una contribución conceptual y teórica, presenta en sus nueve capítulos una gran cantidad de ejemplos y análisis de casos.

En el primer capítulo se construye el argumento central, que retoma conceptos provenientes de varias Ciencias Sociales y se basa en que cuando las universidades contribuyen a la democratización de conocimiento y, por lo tanto, a disminuir la desigualdad, son universidades para el desarrollo. Para hacer ese planteo se reconocer el creciente rol del conocimiento en la resolución de problemas, lo que conlleva también a un posible creciente papel de las universidades. 

En el capítulo 2, haciendo uso de esa caracterización general, se presenta una  noción propia de desarrollo. A su vez, basándose en experiencias y planteos propios previos, se propone un modelo analítico con cuatro enfoques del desarrollo que retoman luego en sus distintos planteos teóricos a lo largo del libro: normativo, fáctico, prospectivo y propositivo. Aunque los estudios sobre desarrollo pueden diferenciarse en cuál es su enfoque predominante, entre éstos hay una conexión y retroalimentación.

En el tercer capítulo se analiza la tendencia al aumento de las inequidades debidas al conocimiento, lo que permite dar forma a al concepto de sistemas nacionales de innovación. El foco de este capítulo es sostener que el conocimiento puede tener un rol clave para combatir la desigualdad. Se conecta este tema con el escenario regional, donde Latinoamérica ha ampliado el acceso a ES pero aún tiene escasa capacidad de utilizar el conocimiento generado. En un marco en el que más que nunca el conocimiento va de la mano de la capacidad de tener poder, romper el círculo de dónde se toman decisiones tecnológicas es democratizar el conocimiento.

En relación a esta idea, en el capítulo 4, se pregunta por los actores que participan en la generación de conocimiento y de su agenda, y cómo debe ser la trama de vínculos para democratizarlo. Se postula así que el marco conceptual clásico de los sistemas de innovación, según el cual hay una red entre actores, instituciones, políticas y producción en la generación de la innovación, requiere una adaptación al sur. Ese marco ha sido pensado para países industrializados, con mucha inversión en ciencia, contrariamente a lo que ocurre en Latinoamérica, donde la inversión es primordialmente estatal, y, aun así, comparativamente mucho menor que la de los países centrales. 

Se le da paso de ese modo al capítulo 5, estructurado por las siguientes preguntas: qué se entiende por innovación inclusiva y qué implica concebir a las políticas de innovación como políticas sociales. En el análisis se llama la atención sobre los riesgos que conlleva manejarlas por lógicas de mercado, entre otras cuestiones porque se pueden desatender los problemas locales o que afectan a muchas personas. Se propone así una parte medular del argumento del texto: considerar en este proceso a beneficiarios provenientes de sectores populares, postergados u organizaciones sociales. Además, de prestar particular atención a analizar de dónde provienen las demandas y focalizar el rol académico en tejer redes no jerárquicas, lo que podría redundar también en un reforzamiento de procesos democráticos en sentido amplio, entre la academia, las organizaciones sociales y las personas que hacen política. 

Ya en la parte 2, en el capítulo 6, a partir de un recorrido histórico por los distintos modelos de universidades occidentales y de explicitar el desafío que tienen estas instituciones dado por la creciente masificación y estratificación estudiantil, y el aumento en la demanda de soluciones frente a distintos problemas, se plantea una disyuntiva: cómo se genera conocimiento en torno a problemas sociales actualmente. Es así que se propone que las universidades para el desarrollo son aquellas que buscan democratizar el conocimiento para el desarrollo humano sustentable, y pueden lograrlo ampliando el acceso, dando incentivos para investigar problemas sociales y relacionándose en red con otros, todo lo cual es particularmente dificultoso en contextos de aumento de universidades de tipo empresarial.

Adentrándose más en la tradición y en la realidad regional, en el capítulo 7 se propone que el rol de las universidades en países periféricos es particularmente importante porque ayudan a la construcción de conocimiento y de sistemas nacionales de innovación. Es importante detenerse a pensar en el rol de éstos últimos en un concierto general de relativamente poco acceso al nivel y demanda de conocimiento calificado, por un lado, y de dependencia en la definición de la agenda de investigación de los países del norte, por otro. Surge así el desafío de vincular academia y producción a través de políticas específicas, donde las universidades para el desarrollo sean capaces de sondear la demanda de muchos sectores, no solo de los que pueden hacerse oír. Se necesita entonces políticas específicas, a medida, para conocer la demanda, conectarla con la formación y con la investigación. 

En el penúltimo capítulo se problematiza acerca del vínculo entre cuál es el conocimiento que se busca, cuál se incentiva y cuál se hace, profundizando en un tema controversial: la evaluación académica. Aunque se trata de una temática con muchísimos aportes y años de trabajo, y en el imaginario colectivo se promueva su objetividad, no son infrecuentes los problemas debidos a la evaluación a distintos niveles por actores con intereses distintos. En ese escenario, proponen ampliar el juego mediante una autonomía conectada, concepto definido en el texto como una conexión entre la autonomía “clásica” y cierta capacidad de dar respuesta en red en conjunto con otros (estados, grupos sociales, etc.). Esto podría además contribuir a disminuir el isomorfismo promovido por la tendencia a hacer lo que los bien evaluados hacen, lo que a su vez privilegia a las élites académicas.  A partir de este análisis se proponen pautas de evaluación para las universidades para el desarrollo, que incluyen, por ejemplo, pensar en incentivos y premios para la búsqueda de soluciones a problemas sociales. 

Hacia el final del libro, en el capítulo 9, se realiza una síntesis con su enfoque prospectivo, proponiendo una serie de puntos para guiar a las universidades hacia la democratización de conocimiento: acceso inclusivo, investigación e innovación con agenda inclusiva, involucramiento de muchos actores para tomar en cuenta problemas sociales, de manera de cambiar la matriz institucional interna y los vínculos externos. Van construyendo, así, algunos indicadores que deberían cumplir las universidades para el desarrollo, como por ejemplo la necesidad de generalizar el acceso promoviendo un buen desempeño estudiantil, intentando que el origen de las personas no sea determinante. Se considera que el indicador más decisivo para saber si una universidad está teniendo un rol destacado en el desarrollo es analizar si contribuye a generar un sistema de innovación más inclusivo y potente, en red con otros. Para la/los autora/es del texto, esto va más allá del sur, de la perspectiva regional, y cierran su argumento exponiendo la idea según la cual la democratización del conocimiento debe ser entendida como la expansión de las capacidades y libertades personales. 

En definitiva, esta obra viene a ofrecer tres tipos de aportes: uno dado por la numerosidad de ejemplos que resume; otro, vinculado al primero, plasmado en la gran recopilación, a modo de estado del arte exhaustivo, que brinda sobre distintos temas. El tercero, quizás más profundo e infrecuente, tiene que ver con vincular y problematizar marcos teóricos provenientes de distintas áreas, que aunque tienen un objeto común en general no dialogan, lo que a su vez, en este libro, se lleva a cabo con una mirada y un sustrato regional, dando cuenta de características y problemas tradicionales y actuales, proponiendo alternativas y aproximaciones a ciertas políticas específicas.