La universidad pública como espacio biográfico. Una incursión histórica en itinerarios académicos de las humanidades y las ciencias sociales

Sandra Carli

Investigadora Principal del Conicet, profesora titular de la Universidad de Buenos Aires, coordinadora del Programa de Estudios sobre la Universidad Pública en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (UBA).

Introducción

En un artículo sobre el campo de estudios sobre educación superior en América Latina, Pedro Krotsch y Claudio Suasnábar señalaban en el año 2002 el potencial de las disciplinas y la importancia de movilizar las tradiciones y cuerpos disciplinarios y sus disputas. Agregaban que era imposible hablar de un campo unificado en torno a reglas y modos de consagración, a diferencia de otros campos como el de la historia, la física o la filosofía. La mención del campo de la historia invita a revisar el crecimiento de los estudios históricos sobre la educación superior en los últimos años. Cabe señalar, sin embargo, que las disciplinas han dejado de ser ámbitos unificados para potenciarse las zonas fronterizas y se ha producido la emergencia de estudios transdisciplinarios, como los de educación superior, género, infancia y juventud, entre otros, que indican la importancia de atender las convergencias en torno a problemáticas y objetos de investigación.

Es una evidencia que se han ampliado los estudios históricos sobre educación superior y, en particular, sobre las universidades. Decir históricos requiere de una aclaración. Dichos estudios abordan distintos tópicos pero la producción de conocimiento se realiza desde distintas disciplinas y enfoques. Hay una mayor presencia de la investigación histórica en los Encuentros sobre la Universidad como objeto de investigación y también se han generado eventos específicos sobre Historia de la Universidad o Historia del Movimiento Estudiantil.  El crecimiento de investigaciones se expresa también en tesis de posgrado y publicaciones. Por otra parte, tanto los aniversarios de la Reforma de 1918 y del Mayo del 68, y en forma más acotada de la gratuidad universitaria dispuesta por el peronismo en 1949; han dado lugar a nuevas indagaciones históricas de diverso alcance. Sin embargo, es posible también recuperar aportes que no se inscriben en el campo de estudios sobre educación superior, sino en la historia: en la historia intelectual, la historia reciente, la historia de las mujeres o la historia de la educación, también en la sociología histórica o en los estudios sobre juventud interesados en la experiencia política estudiantil. 

No es mi objetivo mapear esta multiplicación de aportes históricos, sea dentro del campo más delimitado de los estudios sobre educación superior o en otros campos. Queda claro que la universidad como institución ha tenido gravitación en el tiempo y que es imposible dejar de abordarla para comprender diversos fenómenos políticos, culturales, sociales y educativos de la Argentina contemporánea.    

En este texto me propongo ahondar en un tipo de incursión histórica sobre la educación superior, que refiere al registro biográfico. En primer lugar, planteo pensar la universidad pública como espacio biográfico, recuperando distintos aportes teóricos. En segundo lugar, comparto el derrotero de una investigación centrada en la reconstrucción de biografías académicas del campo de las humanidades y las ciencias sociales.

La universidad como espacio biográfico: argumentos y alcances

Si el campo de estudios sobre educación superior está constituido por los aportes de la investigación académica, la política estatal y la gestión universitaria; la incursión histórico-biográfica que se produce desde la primera ofrece, sin embargo, insumos para comprender la política estatal y la gestión universitaria en tanto construcciones temporales. En el caso de la gestión universitaria, la figura de rectores y rectoras, que asume un lugar paradigmático en estudios actuales, atentos a la forma que adquiere en la política universitaria la creación de organizaciones de representación como el CIN, puede ser auscultada desde una perspectiva biográfica. Se abre la pregunta respecto de en qué casos esa incursión resultaría relevante (Erreguerena, 2018). 

En los estudios históricos algunos rectores han merecido particular atención por sus itinerarios previos a la llegada al cargo, su producción intelectual o científica o la vinculación con determinadas corrientes políticas.1 Otros son recordados, aunque no objeto de estudios biográficos, por sus competencias y habilidades políticas y por diversos logros institucionales y, en ocasiones, sus recorridos son reconstruidos en Wikipedia. El hecho de que un rector sea designado por el Poder Ejecutivo, elegido por los representantes del gobierno universitario o nombrado interventor por gobiernos militares, ha dado lugar a valoraciones políticas diferenciales porque estamos inscriptos en una tradición universitaria reformista; sin embargo, la atención en ciertas figuras opacas o en aspectos opacos de figuras con alta visibilidad institucional, adquiere relevancia histórica para la comprensión de las fronteras porosas de la universidad con el afuera (partidos políticos, iglesia, grupos de poder, sectores de la sociedad civil, etc.), la identificación de redes de sociabilidad política e intelectual y la comprensión de los dilemas que tensan la vida institucional.

El detenimiento en la figura de los rectores, que expresa por otra parte el predominio de hombres en los cargos de poder universitario, es un punto de partida para plantear que, si en la cúspide del sistema es posible ahondar en perspectivas biográficas, es porque la universidad en su conjunto puede ser analizada desde este registro. Se abre entonces un espectro de incursiones posibles. Las que se han llevado adelante hasta ahora en la Argentina resultan parciales, si consideramos que, sobre todo, han sido figuras intelectuales o científicas destacadas las que han merecido estudios específicos; por lo que consideramos necesario ampliar el registro de “lo biográfico”. 

La universidad puede pensarse como un espacio biográfico. Philippe Lejeune acuñó la noción de “pacto autobiográfico” para dar cuenta de la relación intersubjetiva entre autor y lector en el género de las autobiografías y dirimir las cuestiones vinculadas con lo real y lo ficcional del relato. En el marco del debate acerca de la veracidad de los géneros (novela o autobiografía) afirmó que “lo que resulta revelador es el espacio en el que se inscriben ambas categorías de textos, y que no es reducible a ninguna de las dos. El efecto de relieve conseguido de esta manera es la creación, por el lector, de un ‘espacio autobiográfico” (Lejeune, 1991, p.59). En un libro posterior sostiene que “es la forma de circulación de las vidas, tanto como la forma de las vidas mismas lo que he querido aprehender, para contribuir un tanto a la historia del espacio biográfico” (citado en Arfuch, 2002, p. 49). 

Arfuch (2002) sostiene que la noción de espacio biográfico de Lejeune operó como umbral para su propia reflexión, pero avanza más allá. Define el espacio biográfico como un horizonte de inteligibilidad de las narrativas del yo en la escena contemporánea, reconoce la apertura de un “espacio/temporalización” que se produce en diversos géneros discursivos de lo biográfico (de la modernidad, en la cultura mediática y en las ciencias sociales). Agrega también que “lo biográfico se define, justamente, como un espacio intermedio, a veces como mediación entre público y privado; otras, como indecibilidad” (p.27) y que las formas que se incluyan en el espacio biográfico ofrecen una posibilidad articulatoria sincrónica y diacrónica. 

La noción de espacio biográfico para pensar la universidad abre perspectivas diacrónicas y sincrónicas. Cuando se enumeran los géneros discursivos en uso (modernos, mediáticos y académicos), todos permiten pensar el espacio biográfico de la universidad dentro y fuera de ella: la autobiografía intelectual del siglo XX, las entrevistas a estudiantes, profesores y funcionarios de la universidad en los medios (tanto en la prensa gráfica como en  la TV de los años 60 en adelante), la multiplicación de la entrevista, el testimonio o  la historia de vida, en la investigación en ciencias sociales en las últimas décadas.  En este sentido es posible plantear que la historia y el presente de la universidad puede ser explorado desde diversos géneros discursivos en los que lo biográfico irrumpe con determinadas particularidades y cumple distintas funciones. 

Si la autobiografía intelectual permite comprender el papel que el tránsito por la universidad ha tenido en la obra de un autor o autora; las narrativas del yo del mundo universitario en los medios -y en los últimos tiempos en las redes- ha sorteado las fronteras entre lo público y lo privado, teniendo un efecto desacralizador y anti jerárquico, pero a la vez polémico: estudiantes acceden a aspectos de la vida privada-pública de sus docentes, se producen debates compartidos sobre política o temas académicos, profesores y profesoras comparten sus publicaciones o escritos recientes; circulan críticas a las instituciones a las que tienen acceso las autoridades; pero sobre todo emergen narrativas vivenciales, como señala Arfuch (2002). El auge del relato en la investigación social (en sus diversas formas y perspectivas), por otra parte, genera prevenciones cuando el propio investigador o investigadora resulta objeto de una entrevista, en tanto el “método” utilizado entra en tensión con la indagación de la propia vida. 

El enunciado reformista “vida universitaria” que Deodoro Roca utilizara en varios de sus escritos de 1918, cuando invitaba a “ir a nuestras universidades a vivir, no a pasar por ellas”(Roca, 2008, p.31) adquiere particular resonancia en los enfoques biográficos donde la narración de la vida estudiantil, profesoral, académica o profesional entra en un primer plano; las denominadas “narrativas del yo” en su registro específico. Aquel enunciado expresaba una crítica a la universidad existente; la voz estudiantil aspiraba a tener una vida en la universidad, que lo vital desplazara a lo mortuorio anquilosado en viejos poderes; “alguna vez hay que enterrar a los muertos” sostuvo Roca (2008, p.49) refiriéndose al doctorado. 

La consideración de las universidades como instituciones de vida que Eduardo Remedi (2004)sostenía para dar cuenta de la cultura experiencial que se despliega en ellas, adquiere otro alcance a partir de mediados del siglo XX ante el crecimiento de las matrículas estudiantiles, el desarrollo de la profesión académica y la consolidación y estabilización de los cuerpos docentes. La universidad como institución de vida, conduce a la existencia de lo que podríamos denominar “vidas universitarias”, en las que la institución ha tenido un papel clave en los contornos y circunstancias de las biografías personales, en las redes de sociabilidad, en los proyectos individuales y colectivos, en los horizontes de expectativas. 

Una investigación sobre la Universidad de Buenos Aires: experiencia universitaria y biografías académicas

Mientras la noción de espacio biográfico, que procede de la indagación literaria, invita a explorar el más amplio campo de la cultura contemporánea en el que irrumpen los relatos vivenciales y a partir de allí propicia nuevas miradas sobre la universidad; en los estudios históricos es posible plantear la subsunción de lo biográfico a favor de otros planos de análisis centrados en lo institucional y lo político. Si bien la inquietud biográfica se reconoce tanto en la historia oral, atenta a las memorias y experiencias vividas (P.Thompson), como en la historia narrativa (H. White), que no excluye los componentes ficcionales, el auge de los estudios biográficos pone en juego perspectivas de diversas disciplinas, tal como se verifica en la constitución de redes de investigación recientes  (ej. Red de Estudios Biográficos de América Latina, REBAL).   

Tiene sentido hacer una primera distinción entre biografías intelectuales e historias de profesores, presente en la literatura sobre historia intelectual e historia de la educación, pero también en la investigación educativa interesada en las historias de vida del profesorado. En las biografías intelectuales se pone el foco en la figura con nombre propio del intelectual y en las prácticas de la escritura y la lectura, la publicación, la autoría, el reconocimiento editorial, la visibilidad pública; en las historias de profesores, se presta atención a las prácticas de enseñanza y al vínculo con estudiantes en la escena del aula. Mientras la construcción de biografías intelectuales recurre como fuentes más genuinas a las obras, los libros publicados o inéditos, las bibliotecas personales de las humanidades y las ciencias sociales, y presta atención a las conexiones entre el existir y el pensar como sostiene Dosse (2007); en el caso de las historias de profesores (atentas al oficio y a la profesión docente), la oralidad y materiales de diverso tipo adquieren relevancia, así como los testimonios de los estudiantes; se trata de un oficio artesanal como definen Tardif y Lessard (2008). Aun cuando las “clases” de intelectuales famosos han sido en ocasiones publicadas (en general “editadas” en forma póstuma)2, la actividad profesoral no ha tenido el mismo reconocimiento en los estudios históricos. Un corpus particular lo conforman las autobiografías intelectuales de figuras del ámbito universitario.3

En el campo de estudios sobre educación superior, se ha destacado la indagación de campos intelectuales (disciplinas o grupos) desde la perspectiva de Pierre Bourdieu (2011), que postula la ilusión biográfica de los relatos de vida entendidos como creaciones artificiales de sentido, a favor de la reconstrucción de trayectorias como serie de posiciones en un espacio social.4 Cabe mencionar algunos estudios representativos de este enfoque (Suasnábar, 2004). El propio Pedro Krotsch (2008) estaba interesado en los últimos años en el papel de pensadores y forjadores en la historia de la universidad argentina, entendidos como personajes destacados. En otros estudios procedentes de la historia intelectual sobre los reformistas, se incursiona en los itinerarios intelectuales e ideológicos, en los vínculos discipulares, las estrategias de intervención intelectual, rechazando la idea de una historia de corte individual o de grandes figuras(Graciano, 2008). En los estudios sobre historia del movimiento estudiantil se reconstruyen las memorias de la militancia juvenil, que prestan atención en particular a los conflictos universitarios, las modalidades de protesta, la socialización política.  

Mi incursión en relatos de vida comenzó con la indagación de la experiencia estudiantil en la Universidad de Buenos Aires entre fines del siglo XX y principios del siglo XXI, que permitieron construir una narrativa histórica sobre un período signado por la inestabilidad institucional y la crisis social (Carli, 2012). La expresión experiencia universitaria como clave analítica era deudora del giro subjetivo de las ciencias sociales y favoreció la exploración de aspectos invisibilizados en los estudios sobre la universidad; se prestó particular atención al habla estudiantil, la vida cotidiana, la reflexividad retrospectiva. En los relatos estudiantiles, profesores y profesoras, emergieron como personajes en las aulas, luminosos u opacos, con nombres propios, y ese indicio dio forma a una nueva investigación. Me revelaron la importancia de la transmisión del conocimiento en la experiencia estudiantil y también el relieve de una generación. Una investigación operó como umbral, tomando la imagen de Arfuch, de otra; la noción de experiencia condujo a revisar la de biografía; mientras la primera como herramienta permitió explorar el tiempo presente de la universidad de fines del siglo XXI; la segunda conllevaba explorar la relación entre tiempo presente e historia reciente, narrar itinerarios largos de vida universitaria.

Un primer proyecto colocó en un lugar central la pregunta en torno al conocimiento.5 El objetivo era explorar las transformaciones históricas de los procesos y prácticas de adquisición, producción y transmisión del conocimiento en el ámbito universitario, desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, a partir de la indagación de recorridos biográficos, trayectorias institucionales y académicas y experiencias de profesores y profesoras. Se trataba de reconstruir las vicisitudes de disciplinas clásicas y nuevas del campo de las ciencias sociales y humanas a partir de la perspectiva de docentes que ocupaban un lugar destacado en las instituciones y en el campo intelectual. Un segundo proyecto enunció con mayor precisión la búsqueda investigativa a partir de la expresión biografías académicas.6 

Pero como los proyectos de investigación a la vez que cristalizan inquietudes intelectuales con objetivos, metodologías y metas, suelen reconfigurarse a partir del proceso investigativo, me interesa aquí narrar el recorrido en torno a lo biográfico, desde el entusiasmo inicial con la construcción de historias de vida, pasando por las dudas que fueron surgiendo y las circunstancias históricas como telón de fondo, hasta el camino de la escritura.        

La decisión de tomar como objeto de indagación profesores y profesoras de larga trayectoria en la universidad,  se ligaba con el interés de producir una narrativa histórica sobre esa generación que había retornado a las aulas de la universidad después de 1983,  que desempeñaría a partir de entonces un papel crucial en la formación de equipos de cátedra, el desarrollo de investigaciones y la docencia de grado, en una etapa en la que la Universidad de Buenos Aires sufrió procesos de masificación, déficits presupuestarios, limitaciones edilicias y restricciones salariales. Dichas figuras habían  cursado distintas carreras de la Facultad de Filosofía y Letras durante los años 60; luego de graduarse en una etapa de inestabilidad política e institucional se insertaron en la docencia, tuvieron becas de posgrado o realizaron estudios en el exterior, participaron de diversas manera en los movimientos políticos de entonces, tuvieron un rol activo en la experiencia del 73, sufrieron el exilio interno o externo, y retornaron a las aulas con la recuperación de la democracia. Cuando accedieron a cargos docentes en la Facultad de Filosofía y Letras y en la nueva Facultad de Ciencias Sociales, en varios casos a través de concursos, convirtieron a las cátedras en semilleros de formación e investigación; realizaron estudios de posgrados tempranos o tardíos; desarrollaron tareas de  investigación inicialmente en el marco de algunos centros privados para luego volcarse a institutos de investigación de las facultades; tuvieron un papel activo en la organización y gestión de las carreras de grado y el desarrollo de subdisciplinas o áreas de investigación y especialización, y en la formación de docentes, becarios e investigadores; se destacaron en la producción de libros (individuales o colectivos); participaron en redes académicas regionales e internacionales.  Portadores a su vez de saberes académicos, se desempeñaron y se siguen desempeñando como intelectuales públicos.

Así como en la investigación de la experiencia estudiantil el foco estuvo puesto sobre los “exitosos”, los que estaban próximo a graduarse, en este caso en la selección de figuras incidió el reconocimiento académico, la autoría, el nombre propio.  Como señala Foucault (1984) el nombre de autor es un nombre propio y funciona para caracterizar la ruptura que instaura cierto grupo de discursos y su modo de ser singular; siendo la “función autor” característica del modo de existencia, de circulación y de funcionamiento de ciertos discursos en el interior de una sociedad.  En este caso, se trata del discurso académico que circula no solo al interior del espacio universitario, sino que en muchos casos traspasa sus fronteras y se instala en el espacio público más amplio. 

Cabe ahora introducir una reflexión autobiográfica en tanto quienes investigamos sobre educación superior formamos parte del espacio biográfico de la universidad: ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras en 1980; estos profesores y profesoras cuyos itinerarios biográficos y académicos me propuse reconstruir no fueron mis docentes, reingresaron a la universidad entre 1985 y 1986. En este sentido la indagación conllevó el contacto con una transmisión que no se había producido, una apropiación a través de la investigación, que incluía no solo el acceso a sus publicaciones o clases sino el acercamiento a sus historias de vida. Realicé una serie de largas entrevistas a diversas figuras. Un listado preliminar fue sufriendo modificaciones, entre otras cosas por la noticia del fallecimiento de algunas; también de alguna persona que sí había entrevistado. Todo ello delataba la particularidad de esta investigación. Estos acontecimientos biográficos impactarían sobre la escritura, que se fue demorando como un tejido. Asumí luego que la coexistencia entre presentes y ausentes formaba parte de ella y que un trabajo de memoria se ponía en juego. Dosse (2007) alude en este sentido a la figura del biógrafo como antropófago; De Certeau (1999) afirma que la escritura histórica tiene una función simbolizadora, exorciza a la muerte y la coloca en el relato, marca un pasado para darle lugar a los muertos, a la vez que abre el espacio de los posibles, lo que queda por hacer. 

Por eso un primer ensayo se produjo a partir de la muerte temprana de algunos referentes de las humanidades y las ciencias sociales, Aníbal Ford, Oscar Terán, Nicolás Casullo (Carli, 2013). La figura del viaje de conocimiento fue fértil para reconocer las formas temporales y espaciales de construcción de los saberes, considerando a su vez que estas trayectorias se desplegaron en un país con una constante inestabilidad política y económica, que ha repercutido a su vez en las universidades públicas. Sus biografías fueron leídas como el derrotero de una experiencia a la vez fronteriza y transcultural, que propició diálogos entre la cultura académica, la cultura política y la cultura popular y un posicionamiento generacional arquetípico de los años 60 y 70 del siglo XX que se reconfiguraría con la inserción estable en la profesión académica a partir de los años 80. Al mismo tiempo, la reconstrucción de biografías comparadas ofrecía la posibilidad de soslayar la ilusión de historias “únicas” para pensarlas en cambio en una trama epocal y al mismo tiempo identificar las singularidades intelectuales. Revel (2005) sostiene que las mismas permiten reconstituir los posibles ofrecidos a unos actores en una época.

Un segundo ensayo fue dedicado a Adriana Puiggrós (Carli, 2016a), con quien sí me había formado cuando retorna del exilio. En la escena de lectura en la que participamos jóvenes graduados y  graduadas se produjo el contacto con aquella generación que había estado ausente de la universidad: los libros traídos de México, resultados de sus estudios de posgrado, tenían las huellas de un tiempo histórico signado por la elaboración retrospectiva de las utopías y derrotas de los primeros años de la década del setenta y la producción de diagnósticos sobre las tendencias de la educación de finales de la década y de los años ochenta en América Latina y en el mundo. Se producía allí una transmisión demorada. Estudiar desde el punto de vista biográfico la experiencia del exilio mexicano, a la vez experiencia de la discontinuidad, dolorosa y vital, resultaría inaugural de su producción intelectual.

Lo que esos primeros ensayos mostraron, y que era uno de los objetivos de la investigación, fue la incidencia y las huellas de acontecimientos de la historia cultural, educativa y política, de procesos y aspectos institucionales y de transformaciones tecnológicas, en las dinámicas, lógicas y significados de las prácticas de adquisición, producción y transmisión del conocimiento universitario. Pero leídos a través de las derivas biográficas. Se hacía evidente la imposibilidad de una aproximación ahistórica a la profesión académica.

Deconstruir la categoría profesión académica (Carli, 2016b), categoría en uso en las investigaciones del campo de la educación superior, habilitó la identificación de distintas figuras en la historia de la universidad (profesor de cátedra, profesor productor de conocimiento, intelectual cosmopolita, pensador nacional, profesor militante, experto o especialista, docente/investigador, investigador/científico, entre otras). La incursión en las historias de vida de profesores y profesoras de una generación permitió dar visibilidad a los intersticios del trabajo académico y analizar la combinación de huellas de estas figuras de distintas temporalidades con las regulaciones globales de la profesión en las trayectorias generacionales, en el marco comprensivo de la historia y de la cultura institucional de las universidades.  

Por otra parte, permitió reconocer las particularidades del ejercicio de la profesión por parte de mujeres (Carli, 2019). Sus biografías develaron la combinación entre trabajo académico, militancia política y maternidad; la autonomía temprana y la generación de autosustento en muchos casos; también búsquedas al interior de experiencias más tradicionales; el desarrollo de las carreras académicas en diversos espacios con fronteras porosas (la casa y la universidad) y en tiempos superpuestos, la combinación entre trabajo académico, doméstico y familiar y la multiplicación de tiempos y ritmos ante las exigencias de productividad académica. 

 Insistí en leer en forma articulada itinerarios biográficos y académicos para reconocer particularidades y convergencias; la relevancia del contexto de enunciación en el que ciertas obras fueron escritas (desde tesis de posgrado devenidas en libros, hasta libros de autoría individual o colectiva) resultó clave para comprender el devenir del pensamiento y de las disciplinas; no olvidé que eran figuras contemporáneas y las sugerencias de Dosse (2007) de evitar la adhesión- difícil de sortear-y comprender el enigma de ciertos itinerarios.  Me animó su planteo respecto de que “las biografías no pueden ser más que incompletas” (Dosse, 2007, p.292) y, por lo tanto, también infructuosa mi escritura. 

Desde el punto de vista narrativo fue un desafío evitar los relatos cronológicos lineales, que parecen insoslayables y prestar atención, como sugiere Bazant (2013), tanto a los goznes o quiebres que cambian la ruta de una vida, comenzar por la muerte o por sucesos excitantes. En tanto se trata de vidas universitarias esos “sucesos” fueron diversos: el impacto de ciertos acontecimientos (migración académica a Chile después del golpe del Gral. Onganía7, la experiencia universitaria extramuros durante la dictadura8, el reencuentro en los inicios de la democracia en la editorial que publicaba una revista para padres9) o la intención de hacer converger recorridos de investigación (estudios rurales y estudios urbanos10) o comparar recorridos de exponentes de distintas generaciones (las forma de “hacer” sociología11). Seguramente la publicación de una tesis doctoral tardía en un escenario a la vez de crisis universitaria y de globalización académica sea el punto de partido de un próximo relato12, entre otros pendientes.  Bazant (2013) alude al collage policromático de la biografía y Dosse (2007) la asocia con el trabajo artesanal, con pintar y dibujar. En ocasiones la escritura es un desafío de composición con materiales heterogéneos donde el hilo biográfico es uno de ellos, pero no el único. Quizás se trate de una experimentación a partir de material biográfico, como sugiere Revel (2005).

NOTAS

1 En el caso de la Universidad de Buenos Aires José Luis Romero, no por su condición de rector, aunque sí por su perfil intelectual, ha sido abordado por Acha (2005); Risieri Frondizi, por su papel reconocido como rector en el proceso de normalización de la UBA, elegido por los nuevos estatutos universitarios en Carli (2008). Por último, Rodolfo Puiggrós, como figura política e intelectual pero también luego de su paso por la UBA en el 73 fue estudiado por Acha (2006) y Friedemann (2014).

2 A modo de ejemplo las clases de Enrique Pezzoni o de Oscar Terán.

3 Entre otras, Ricouer (2007) y Dubet (2011).  

4 “Los acontecimientos biográficos se definen como otros tantos emplazamientos y desplazamientos en el espacio social” (Bourdieu, 2011 p. 121-128).

5 Proyecto PIP-CONICET (2011-2013) Transformaciones de los procesos de adquisición, producción y transmisión del conocimiento universitario.  Un estudio de caso centrado en las historias de vida de profesores/as de la Universidad de Buenos Aires del área de humanidades y ciencias sociales. UBA. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigaciones Gino Germani. 

6 Proyecto UBACYT (2014-2017) “La universidad pública en perspectiva histórica: culturas institucionales, biografías de profesores/as y experiencias de conocimiento”. UBA. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigaciones Gino Germani.

7  Liliana de Riz y Graciela Batallán

8 Jorge Panesi y Elvira Arnoux

9 Alicia Entel y Ana Amado

10 Hilda Herzer y Norma Giarracca

11 Ruth Sautu, Susana Checa, Perla Aronson

12  Leonor Arfuch

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