Las culturas académicas 30 años después de Tribus y Territorios

Martín Aiello

Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREFF)

Los actuales responsables del equipo editorial de Pensamiento Universitario (PU) nos hemos formado como investigadores, docentes y profesionales del campo de la educación superior cuando éste ya había iniciado el proceso de constitución en Argentina. Hay ciertas coincidencias en mencionar que una parte fundamental de este proceso de constitución fueron las dos grandes iniciativas de Pedro Krotsch, PU y los Encuentros  “La universidad como objeto de investigación”.

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Además de comenzar a publicar reflexiones locales sistematizadas sobre un campo que iba creciendo en dimensión, tanto académica como política, y en un momento en que las tecnologías digitales de la comunicación e Internet eran incipientes, PU acercaba versiones en español de trabajos académicos relevantes a nivel internacional, fundamentales para dar sustancia conceptual al campo en formación y a los propios investigadores. En los primeros números se editaron textos de autores internacionales tan disímiles en sus orientaciones disciplinares y políticas como de origen geográfico.  Algunos de los que se pueden mencionar son Daniel Levy, Alicia de Alba, Carmen García Guardilla, Guy Neave, Jacques Derrida, Ulrich Teichler, José Dias Sobrinho, Martin Trow, Peter Scott, Philip Altbach, Frank Van Vugh y Don Westerheijden.

Entre este tipo de aportes del primer número se encontraba el texto de Tony Becher “Las disciplinas y la identidad de los académicos”, el origen de una publicación que se volvería un clásico del campo. El texto publicado en PU fue la traducción de un trabajo que Becher había escrito para un capítulo de otro libro clásico a nivel internacional: The Academic Profession, coordinado por Burton Clark en 1987. Era un adelanto de lo que Becher publicaría en 1989, Academic Tribes and Territories, que recién sería editado por Gedisa en español 2001, al mismo tiempo que aparecía a la segunda edición que el autor publicaría conjuntamente con Paul Trowler. Uno de los aportes del número 1 de PU era acercar al campo en constitución de la universidad como fenómeno de estudio un abordaje sobre las investigaciones en la universidad que iba a estar disponible en español recién ocho años después.

Para aquellos que estábamos entrando en el campo de estudio en los noventa y a principios del siglo XXI, y que habíamos estudiado carreras de ciencias sociales o humanidades, el planteamiento de Becher nos resultaba especialmente atractivo. No era un aporte en base a un modelo economicista, de la ciencia política sistémica o de la sociología estructural funcionalista, que sentíamos más alejados de nuestra realidades pero a su vez los percibíamos como normativos, indicándonos en qué fallaba nuestro sistema universitario en momentos de predominio neoliberal y de globalización. Era un abordaje comprensivo y que dotaba de herramientas conceptuales para ser transferidas a nuestros contextos. Incluso problematizarlo: si en los sistemas anglosajones el departamento era donde confluía lo ideal (cultura) con lo material (territorio) generando normas de estructuración en términos de Giddens, ¿cuál era ese espacio de confluencia en la universidad argentina? ¿Las facultades? ¿Las carreras? ¿Las cátedras? ¿Cuál era el rol de la investigación en sistemas o espacios disciplinares en dónde esta actividad estaba menos desarrollada? A su vez nos permitía tener un modelo de acción, no sólo académica sino también profesional. 

Pero se podría decir que esta última potencialidad era también un límite del abordaje inicial de Becher. En el texto que se presenta a continuación, Paul Trowler, coeditor de la segunda edición de Tribus y Territorios Académicos, señala que el propio Becher tenía conciencia de cómo el modelo original había subestimado ciertos aspectos, como las dimensiones de género o los tipos de instituciones no asociadas con las universidades de élite. O que era muy generalista, abarcativo, y por lo tanto se necesitaba mucha adaptación para aplicarlo a los contextos, que a su vez estaban cambiando rápidamente. Y aquí recae la riqueza del texto de Trowler que se presenta a continuación: desde adentro, desde la propia línea de trabajo, plantea una revisión del modelo conceptual propuesto a partir de al menos dos ejes fundamentales. Uno es más conceptual epistemológico, desde la crítica de consistencia permanente entre abordajes comprensivos y capacidad de transferibilidad de los mismos, basado en la duda de cómo un planteamiento contextualizado había generado una propuesta de marco analítico tan generalizable, y cómo se debería ir ajustando esta consistencia, quizás de forma permanente. El otro de carácter meta epistemológico, o sea cómo se valora el modelo en relación a cómo se adapta a resolver problemas analíticos y de la práctica en contextos cambiantes, sobre todo aquellos atravesados por el cambio de las políticas universitarias y la importancia de nuevos actores a nivel institucional, la irrupción de las tecnologías digitales, la globalización, etc. 

Para este abordaje Trowler asume la siempre rendidora y esclareciente estrategia de la historización: describir cómo la producción conceptual se construyó con las diversas interrelaciones entre la crítica y la aparición de nuevos conceptos que influyeron en su transformación. Pero esta historización no es sólo “ideal” sino también vinculada con el “territorio” histórico cambiante y con la aplicabilidad profesional de la propuesta analítica. En este sentido el texto de Trowler, como lo fue en su momento la publicación de 1993 del texto de Becher, es un aporte a la construcción de un campo de investigación y a sus investigadores, pero en este caso generando un ejemplo claramente formativo de cómo se crítica, se desmitifica (o desfetichiza) un constructo teórico con la finalidad de reconstituir su valor analítico en el marco de investigaciones que tiene como objeto de estudio la universidad.