La interpelación del espejo: La Directora, una serie sobre la mercantilización y la diversidad en el capitalismo académico.

Leticia Muñiz Terra

Instituto de Investigaciones en Humanas y Ciencias Sociales (IdIHCS-CONICET)-Universidad Nacional de La Plata

Introducirse en la serie La Directora (The Chair, Netflix) significa entregarse a una especie de parodia tragicómica en la que la academia y su cultura universitaria son puestas en cuestión.

La primera escena, que muestra a la nueva directora del departamento de literatura norteamericana de la  ficticia universidad Pembroke de Estados Unidos ingresando a su oficina y desplomándose en su silla de escritorio, representa, sin duda, la pincelada inicial del contenido de la historia que se contará.

Interpretada por Sandra Oh, actriz canadiense de ascendencia surcoreana, la directora Ji Yoon Kim enfrenta varios desafíos a la vez. Desde una posición subalterna que ha conquistado el poder, esta primera mujer de una minoría étnica en la dirección del departamento pretende infructuosamente atender las necesidades de todos los claustros, acompañar las transformaciones sociales de la época y dirigir a un grupo heterogéneo de colegas que tienen intereses distintos. 

La trama gira en torno a varios tópicos encarnados en distintos roles: la directora, docentes nóveles, en la mediana edad y adultos mayores, estudiantes críticos y un conjunto de tecnócratas conforman así la “jungla” académica a través de la que se logra visibilizar la  mercantilización universitaria impuesta por el capitalismo académico norteamericano.

La Dra. Kim reúne en su personaje una multiplicidad de aristas: es una mujer de 46 años descendiente de coreanos y madre soltera adoptiva de una niña mexicana; situación que permite a la serie introducir el sincretismo cultural de la globalización en un país cosmopolita. Es una docente universitaria que ha dedicado su vida a su carrera académica y que ha llegado a ser directora de un departamento universitario que carece de poder y presupuesto. Es amiga de sus colegas e intenta acompañarlos en sus reivindicaciones. Y, finalmente, es una docente que ha sido doblemente estigmatizada, por ser mujer y coreana, y que sin disimulo pretende revertir esa situación para las generaciones futuras bregando por la introducción en su departamento de la diversidad de género, étnica y generacional. Desafío que inevitablemente no logra alcanzar en el marco de una universidad del noreste de Estados Unidos con supremacía blanca.     

El claustro docente muestra las tensiones entre un grupo de profesores en edad de jubilarse que no acepta el necesario retiro, un docente en crisis por cuestiones personales que motiva el descontento estudiantil por una humorada desacertada sobre Hitler y una docente joven afrodescendiente que tiene formación y empatía con les estudiantes pero un cargo precario. 

Les profesores en edad de retirarse son desvalorizados por una cúpula universitaria entregada a los contribuyentes y ex alumnos que hacen aportes para mantener la casa de altos estudios. Hacedores de carreras impolutas con todos los diplomas alcanzados, estos docentes se sientan sobre sus puestos sin deseo ni actualizaciones, transmitiendo un saber que si bien no cambia con el tiempo podría ser enseñado con nuevas estrategias pedagógicas. La longevidad es mostrada como un problema crítico para la universidad, pues estos docentes tienen poca matrícula, y se resisten a aggiornanse a una nueva época, en la que las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) adquieren primacía, e interpelan y comienzan a cumplir un rol hostigante para quienes no se apropian de ella.

El personaje construido por Bill, un profesor de mediana edad que está en crisis debido al fallecimiento de su mujer y la partida de su hija para estudiar en otra universidad, resulta controvertido, en tanto se muestra a la vez vulnerable por su situación familiar pero seguro de su posición docente en una universidad en la que impera la incertidumbre. Su buen desempeño de otros años es cuestionado por les estudiantes luego de una humorada desafortunada sobre la figura de Hitler. Las idas y vueltas del proceso de destitución de este docente echan luz sobre las burocracias administrativas y los vericuetos legales cuando el neoliberalismo impera en las aulas. 

La figura de Yaz representa, sin duda, el eslabón más débil de la carrera académica. La joven afro descendiente con una trayectoria formativa prominente es subvalorada por sus colegas en edad de retirarse y por los tecnócratas de la gestión de esta universidad, que no llegan a comprender sus métodos de enseñanza y no se interesan por su retención como recurso formado para el departamento de literatura norteamericana. Los intentos de la Dra. Kim por ascenderla y hacerle un lugar y el apoyo de sus alumnes resultan infructuosos frente a una cultura académica que no está preocupada por la diversidad. 

Por otra parte, la serie refleja a les estudiantes como un grupo que reivindica la multiculturalidad y la igualdad racial y genérica; derechos que no interesan al claustro docente en el marco de una universidad de profesores blancos y prestigiosos que no pretenden modificar el statu quo. Sus interpelaciones se expresan a través de asambleas y haciendo uso de las TICs y las redes sociales para denunciar, reclamar, organizarse y dar sus batallas. Sus luchas están además avaladas por el pago de sus matrículas a la universidad, situación que los pone en un lugar de poder relativo que avala sus reivindicaciones                      

Finalmente, se encuentran los tecnócratas de turno que no manifiestan demasiado interés ni con los contenidos enseñados, ni con las carreras docentes de los antiguos profesores forjadas por años de estudio y entrega a la universidad, ni con la diversidad cultural, ni con los esfuerzos de la Dra. Kim por atender las múltiples necesidades de los claustros. Su preocupación es el financiamiento universitario a como dé lugar, aun recurriendo a acciones que pueden desvalorizar la institución y los esfuerzos de muchos por construir una universidad prestigiosa.

La serie La Directora muestra, en síntesis, la forma en que el mercantilismo va permeando los distintos espacios universitarios, interpelando los roles, las carreras y los deseos de sus múltiples actores, a quienes resulta difícil encontrarse en el espejo que el capitalismo académico les propone. 

Interpelación que puede hacerse extensiva a otros mundos universitarios, como el que nosotros transitamos día a día, en el que si bien el mercantilismo no ha tenido semejante desarrollo, ha intentado colarse de diferentes maneras. ¿Es posible que el capitalismo académico sea desplegado en Argentina? Difícil es pensarlo en un contexto en que la Universidad forma parte de una política de Estado. Política que, como sabemos, exige a veces de manera apabullante, múltiples actividades (docencia, evaluaciones, direcciones, etc.) y otorga a cambio bajos salarios, ofrece aún inserciones ocupacionales con certezas y proyección, construidas sobre la base de la defensa de todos los claustros de la Universidad pública y gratuita, reivindicación que debe continuar para que el espejo no pueda interpelar la imagen y el deseo que se refleja en él.