Acerca de la propuesta artística

Leonardo Solaas

trabaja en diversas intersecciones entre el arte, la programación y la filosofía, por medio de la producción de obra, la docencia y la escritura. Entre los temas que aborda se cuentan los sistemas generativos, la vida artificial, las redes sociales y la relación entre la afectividad humana y las tecnologías digitales. Su trabajo puede verse en https://solaas.com.ar

Mi herramienta artística es el código. Hay algo extraño en la idea de hacer arte escribiendo un texto que mezcla números, operadores aritméticos, paréntesis y llaves, y palabras que parecen inglés pero no lo son. Es un trabajo que demanda rigurosidad, cuidado y pensamiento lógico: está lejos de ser un puro gesto expresivo. Por otra parte ese texto, aunque puede tener su propio tipo de belleza, no es la obra. No es más que un conjunto de instrucciones para mi compañera en el proceso creativo: la computadora. Lo que haga ella con esas reglas es siempre un poco impredecible: yo propongo y ella dispone. Es un trabajo de experimentación y ajuste iterativo que llevamos adelante en una suerte de diálogo con final abierto, de colaboración creadora con una parte humana y otra no-humana. El resultado es algo que ni ella ni yo podríamos haber hecho solos.

La computadora es un dispositivo de traducción universal. Hace realidad un viejo sueño de la humanidad: la lengua perfecta, que pudiera expresar todas las realidades y planos de existencia. Esa lengua es el código binario. El truco está en que para nosotros, humanos, es incomprensible: necesitamos la mediación de estas “máquinas de pensar” para que codifiquen y decodifiquen los ceros y unos en informaciones que tengan sentido. Pero dentro de ellas todo es lo mismo: todo se convierte en números. Por eso pueden convertir imagen en sonido, sonido en imagen, áridos datos en visualizaciones, o reglas matemáticas en arte.

En el caso particular de esta serie, “Sentidos de atracción”, se trata de la traducción de color en movimiento. Una multitud de partículas que se mueven en el espacio siguen trayectorias guiadas por los colores de una imagen que se usa como input: en esta serie, fotos de flores. Tal vez, por ejemplo, el valor de rojo de un pixel se convierte en velocidad, o el valor de azul en dirección. Pero también se pueden hacer combinaciones más complejas, transformar los valores con cuentas arbitrarias: los números se dejan manipular sin límite. El resultado es un dibujo que está relacionado con la imagen fuente, pero no la expresa de manera literal, sino que la toma como un conjunto de datos. Es una suerte de abstracción algorítmica.

¿Es esto arte? No lo sé, porque no sé qué es el arte. Pero puedo decir que, cuando jugamos a este juego, siento que la computadora y yo nos ensamblamos bien, formamos un equipo, y sucede algo que captura mi atención y me interesa. Estos son apenas algunos rastros de ese trabajo compartido.