Universidad y Nación: asignaturas pendientes

Ernesto Villanueva. Florencio Varela: Universidad Nacional Arturo Jauretche, 2019, 290pp.

Julián Dércoli

¿Acaso existen relaciones simples? tal vez ninguna lo sea, pero sin dudas el vínculo entre Universidad y Nación estuvo y está marcado por tensiones, desencuentros, desavenencias. Ernesto Villanueva forma parte de una generación que intentó e intenta dar un cauce posible a aquella relación compleja, proponiéndole mojones alternativos. Digamos, y esto a riesgo de sobreinterpretar, que parte de aquel proyecto colectivo aparece en este libro, un proyecto que se propone politizar la universidad y sus problemas, sin reducirla a un epifenómeno, ni quitarle especificidad como institución formadora, y a la vez atravesada, por la cultura. Es esta una de las posibles claves de lectura de las nueve secciones que conforman este libro. Nueve secciones que reúnen artículos, reflexiones, polémicas, semblanzas, a fin de cuentas diversos tipos de registros que a lo largo de una vida tienen un objetivo: pensar la universidad en función de una sociedad anhelada y en ese proceso transformarlas.

Entonces, empecemos, si nuestra propuesta de lectura fuera válida, afirmaríamos que la diversidad de registros y de temas se ordenan a partir de la siguiente idea: la universidad Argentina forma parte del entramado institucional y cultural de la dependencia. De esta forma, Villanueva ordena y clarifica los nudos problemáticos de la política universitaria y de sus desafíos a escala nacional y regional. Siguiendo esta premisa, el libro inicia un recorrido, que como no puede ser de otro modo, se remonta a 400 años atrás a Córdoba y concluye con el proceso de creación de universidades durante el kirchnerismo. Este último proceso da pie a una pregunta central: ¿nuevas universidades, viejos problemas?, ella sobrevolará todo el segundo apartado, en el cual nuestro autor se interroga sobre la persistencia de problemas de larga data en el sistema universitario. Allí aborda cuestiones como la falta de articulación al interior del propio sistema de educación superior y con la Escuela Media; él sostiene que, a pesar de que parecen estructurales, estos se encuentran relacionados también con anquilosadas tradiciones y formas de habitar la universidad. Nuestro autor encuentra parte de la explicación de estos problemas en la falta de planificación, en el fraccionamiento, en el aislamiento como cultura institucional. La necesidad de una mayor planificación tiene un lugar central en la propuesta explicativa del libro; concretamente, aquella vuelve a aparecer cuando él aborda el tema de la investigación y la innovación en las universidades. Aparece allí la pregunta por la planificación pero a través de una cuestión puntual: ¿Quién fija las prioridades en materia de investigación? Retoma así la temática que a fines de los ´60 ocupó a Varsavsky, quien, mediante el concepto de colonialismo científico, afirmó que tras la supuesta “libertad” en la elección de temas de investigación y desarrollo, no había más que seguidismo a imposiciones de los centros hegemónicos; de forma tal, que la centralidad de una política científica soberana pasa por la independencia para fijar prioridades acordes a las demandas de una sociedad que pelea por su soberanía. Como bien destaca Villanueva, aquel colonialismo científico podemos verlo hoy en la ausencia de una política de transferencia y patentamiento. Tanto la falta de planificación, como la escasa integración, tienen como resultado sistemas cuyo objetivo es reproducirse en sí. Queda así planteada la crítica, pero también una propuesta: la necesidad de buscar e inventar sentidos y fines para estos sistemas, a partir de estrechar vínculos con la sociedad, con el Estado, teniendo siempre presente la necesidad de un programa cultural corrido de los ejes del consumismo y la diferenciación social, recuperando, entonces, las ideas de comunidad y solidaridad.

Estos últimos planteos aparecen con fuerza en el momento que el autor profundiza sus análisis en torno a las experiencias de las nuevas universidades, en particular de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Otra idea fuerza, en ese análisis, es la de cuestionar la asimilación del concepto de calidad educativa al de minorías y al de restricción. Este será el punto de partida para plantear un desafío para el sistema: elaborar un concepto de calidad  que no esté reñido con el de masividad. Nuestro autor sostiene que este es uno de los desafíos más importantes para el sistema, ya que hoy existen un conjunto de acuerdos extendidos en temas otrora conflictivos, tales como la cuestión de la función social o de la autonomía universitaria; aún así sobre la calidad faltan discusiones y sobre todo consensos que no reproduzcan la doctrina de la meritocracia, ni que tampoco afirmen una idea de calidad que sea la de reproducir los patrones de la corporaciones que actualmente hegemonizan las disciplinas. Villanueva retoma esta disputa cuando aborda la problemática del aseguramiento de la calidad, y propone reconvertir los sistemas de acreditación en herramientas que permitan complejizar el concepto de calidad, no sólo en el sentido de ruptura del monopolio de corporaciones, sino también en el de integrar al proceso a diversos actores, sin ir más lejos, al territorio, a sectores de la producción y el trabajo, entre otros. Por este camino convierte al “afuera” en sujeto activo de legitimación de los procesos de aseguramiento de la calidad. Incluso, sostiene que el desarrollo de la acreditación podría servir también para facilitar una mayor integración regional. Este tema le preocupa y lo ubica como uno de los principales desafíos de la Educación Superior en América Latina; según él, los frenos a la integración se explican en algún caso por las inercias aislacionistas, pero centralmente por la “encandilación” que producen los países centrales en los países colonizados, cuyo resultado es que estos orientan toda su actividad de internacionalización siguiendo una lógica de prestigio y no desde la perspectiva de la integración a partir de problemas comunes.

Recapitulando, si la cultura nace del entrecruzamiento entre experiencia e instituciones y siendo la universidad una institución que “produce” cultura, que modela experiencias, que construye subjetividades, hay que pensar a la universidad y su transformación como parte de ese drama argentino y latinoamericano, el drama de la dependencia económica, cultural, tecnológica, política, pedagógica. Esta premisa de nuestro autor es tributaria de intelectuales como Jauretche, Hernández Arregui y Rodolfo Puiggrós, a quienes él revisita más con la intención de recuperar la actualidad de sus planteos, que con lo vocación de reducir nuestro presente a una repetición de aquel pasado. Ya aparece en aquellos autores la particularidad de pensar la universidad en esa ambigüedad, entre la universidad determinada y la universidad que transforma, entre la universidad colonizada y la universidad para la liberación; revisitar sus planteos es entonces necesario para recuperar esa  ambigüedad que se manifiestan en los problemas de la universidad, problemas que se repiten pero que no son los mismos y que necesitan de la creatividad, no sólo de quienes la habitan, para el planteo de otros horizontes.

Para concluir, como decíamos al comienzo, la apuesta por abordar problemas específicos de un campo sin escindirlos de una dimensión política e histórica, es para nosotros uno de los mayores atractivos de la mirada de nuestro autor. Una mirada que, como él sostiene en el prólogo, anuda pasado y presente, porque es con una mirada histórica de la forma en la que se puede huir de esencialismos y propuestas dogmáticas. De esta manera, por ejemplo, el problema de la falta de planificación se nos presenta como un tema complejo, no sólo resoluble en el campo de la mejora de dispositivos institucionales, sino además como herencia de tradiciones constitutivas de la propia mirada que sobre la universidad tienen los universitarios. En este sentido, Universidad y Nación: asignaturas pendientes es un aporte sustancial para el estudio, la comprensión y la transformación de nuestras universidades, desde una perspectiva no autocentrada sino con el eje puesto en la relación de qué universidad queremos para la sociedad que anhelamos.